viernes, 14 de septiembre de 2007

Mi vespino colorada

Antes ir en moto era otra cosa. ¡Ahhhh que tiempos aquellos! Con catorce años recién cumplidos me saqué la licencia para ciclomotor, que no requería examen de ningún tipo. Un puro trámite administrativo. Con eso ya se podía circular sin necesidad de conocer las señales de tráfico, seguridad vial, mecánica ni toda la parafernalia que hoy en día convierten en un infierno la obtención del carnet de conducir. Así que aproveché esta estupidez legal para poder disfrutar de mi primer instrumento hacia la independencia.

Logré convencer a mi madre para que me prestara un viejo vespino que le tocó en una tómbola muchos años atrás. Aunque era una antigualla, a mi me parecía maravillosa. A mi padre no le hacía mucha gracia, por lo que me dijo que el mantenimiento de la moto corría por mi cuenta sin aumento de la asignación semanal (que poco más que me daba para pagar el autobús, el metro y el cine algún que otro fin de semana).

Que maravilla, circular por la Barcelona de entonces, notar el viento en la cara -no existía la obligación de llevar casco-, evitar los atascos serpenteando entre los coches parados y poder aparcar donde te venía en gana. Acorté el trayecto de mi casa al cole de 40 minutos de tedioso autobús y metro a tan sólo 15 minutos. Y además entré a formar parte de los elegidos del cole que disponíamos de nuestra propia moto, lo que entonces era una distinción significativa entre los compañeros de clase.


Hiciera frío o calor, sol o lluvia circulaba siempre en mi vespino colorada. Pero la pobre motocicleta estaba un tanto tronada, y la pobrecilla de vez en cuando me gastaba alguna que otra perrería. En un trayecto, perdí la tapa de la cajita de herramientas. Lo peor del caso es que dentro de la cajita tenía los papeles de la moto y del seguro que, naturalmente, desaparecieron. Como me temía que si se lo decía a mis padres me me prohibirían circular -es que hay que ver lo exigentes que son algunos padres- callé como un muerto. Al no decirlo, tampoco podía volver a solicitar los papeles, pues yo no era el titular. Así que imbuído en este estúpido círculo vicioso, opté por por lo más sensato que uno a los catorce años puede ser; es decir, no hacer nada y seguir circulando la mar de contento.

Al cabo de un tiempo, cogí uno e los tantos baches que hicieron famoso al otrora alcalde de Barcelona, costumbre que han ido heredando los siguientes, de tal guisa que el faro salió disparado haciéndose añicos. Haciendo acopio de mis dotes mecánicas, y a la vista del coste de un faro nuevo, opté por atar con una cuerda una linterna. Una de esas cuadradas que funcionada con una pila grandota también cuadrada. Ahora ya no se ven, ni las pilas ni las linternas de este tipo. El resultado era aceptable, teniendo en cuenta que Barcelona nunca estaba a oscuras del todo -los apagones de Barcelona es un invento que vino mucho después-. Estéticamente era bastante repulsivo, no porque el agujero que dejaba la ausencia del faro en el manillar era horrendo, si no porque la linterna era de un color verde pistacho que se daba de patadas con el rojo de la vespino.


El siguiente percance, fue una cuestión de falta de presupuesto para un correcto mantenimiento. Como suele pasar con las cosas que se gastan, un día se me gastaron las pastillas de freno. Gran dilema. A mi padre ni se me ocurría pedirle un préstamo para el mecánico, cosa que estaba esperando para extorsionarme y clausurarme la vespino. Pero el ingenio siempre se agudiza en las situaciones más críticas. La solución empleada fue la de calzar mis chirucas. Para los que no fueron jóvenes en los 70, les aclararé que las chirucas era el calzado agro-cinegético por autonomasia de la época. Eran unas botas de lona marrón que llegaban a la altura de los tobillos y que tenían una suela de goma muy gorda. Así que mis chirucas se convirtieron en el freno auxiliar de mi vespino. Era un engorro tener que ir todo el día con esas horrendas botas, sobre todo en verano. Pero eso era mejor que estamparme en cualquier semáforo.


No he encontrado fotos de las auténticas
chirucas de los 70. La de la foto no es un
simple freno, ¡es como tener ABS y EPS!

Mi fashion-kit motero, era pintoresco, sobre todo en invierno. En la cabeza me ponía un gorrito de lana con pom-pom que utilizaba para esquiar -siempre me han gustado los pom-pones, que se le va a hacer-. En las manos unos guantes de cuero marrones que me regalaron unos reyes. El cuerpo lo protegía con un abrigo loden de color verde botella que me llegaba hasta los tobillos. Y mis frenos-chiruca completaban el kit. Todo ello unido a la vespino colorada, sin faro, con una linterna verde colgando de una cuerda, sin frenos, ni papeles, ni matrícula, hacían un cuadro que cuando me acuerdo me troncho de mi mismo.


Sólo un día tuve un pequeño percance con la autoridad. Un mediodía, algunos compañeros decidimos no comer en el colegio, e ir a tomar unas bravas al bar Tomás de Sarriá -la mejores bravas de Barcelona, vive Dios!-. Como no todos tenían moto, uno de mis compañeros se subió de paquete en mi vespino, cosa no permitida ni aún hoy en día. Bajábamos por la calle Anglí, cuando una patrulla de la guardia urbana se nos cruzó y nos dio el alto. Eran un par de agentes. El más joven se acercó y comenzó a pedir documentación, papeles, etc. Fue la primera vez que me paró la policía. Yo estaba ruborizado y asustado. Comencé a explicarle la mala suerte que tuve al perder la tapa de la cajita, donde estaba la matrícula y los papeles. Al agente mis argumentos parecían importarle un rábano -estaba bien entrenado- y se limitaba a amenazarme con clausurarme la moto ahí mismo y llevarla al depósito. El otro agente, un veterano cincuentón, callaba y daba vueltas alrededor de la vespino con sumo interés, a la vez que rascaba la barbilla pensativo. Tras varias vueltas, y una bronca monumental del otro agente, se postró frente a mi con la mirada alternándola entre el agujero del faro y la linterna cuadrada pistacho colgada, sin mediar palabra. Yo debía tener una cara de pena peor que la del Gato con botas de Schrek, porque finalmente el agente veterano le dijoa su compañero: "pero mira, si ni siquiera tiene para un faro. Anda déjales ir ¡Y que tu amigo no se vuelva a montar hasta que no os veamos" -instrucción que seguimos al pie de la letra-.

Disfruté de la vespino un par de años. Hasta que un día me la robaron. En la farola donde solía encadenar la vespino, sólo encontré la cadena cortada por un cortafríos...

12 comentarios:

Mandarina azul dijo...

Pues yo diría que, aunque te robaron la vespino, lo que de verdad les interesaba a los chorizos era la linterna.

Cambiando de tercio... menos mal que por aquel entonces todavía no eras dado a utilizar la faldita escocesa, porque entonces el fashion-kit motero hubiera sido ya diviiiino de la muerte.

Y al agente... un Santo, oye, un verdadero Santo. Seguro que Dios lo premió en vida con una suegra maravillosa.

¡Un beso!

L_Y_R dijo...

uuuufffff que gustazo de historia!!! jajajajajajaj ya se que me repito de comment en comment pero es que me encantan estas historias tuyas tan cotidianas asi contadas... no me invites nunca a cenar que no te dejare preguntar nada... solo querré historias y mas historias!!!

un besote!

vaderetrocordero dijo...

Quién te viera en aquella época! Y manda cojones robarte una moto en ese estado!

Madame Vaudeville (Chus Álvarez) dijo...

Qué gracia! Por cómo empieza, su escrito me ha recordado totalmente a una de esas locuciones de comienzo de serie a lo "Cuéntame que te pasó". Aquí estaba yo, imaginándome al tierno infante, al pequeño luigi ilusionado con su vespino roja, con fondo en blanco y negro y música setentera.
Lindo recuerdo, mon ami.

Luigi dijo...

Apreciada Mandarina: No lo dude. Estas linternas están muy buscadas, y al estar atada a la vespino, se llevaron el pack completo. Respecto a la falda escocesa, la cual como usted bien sabe se lleva sin ropa interior, me hubiera producido un constipado de bajos, ya sabe que Barcelona es muy húmeda, por lo que desestimé su uso por razones obvias.

Apreciada LYR: Parezco el abuelo Tribulete contando sus batallitas. No obstante el día que la invite a cenar, me temo que ya casi las habré contado todas, por lo que tendremos que buscar otro tema de conversación.

Apreciado Vaderetro: Desde luego, que poco se parece esa época a la de ahora. Y lo más curioso, morían menos motoristas, a pesar de no llevar casco, que ahora.

Apreciada Madame: No sólo eso, sino que en los 70 tenía pelo encima de la cabeza, fíjese usted que cosas.

alfonso dijo...

Bien est� ese regreso a cuando ten�amos algo m�s de pelo.
La chirucas, versi�n heavy, todav�a est�n en el trastero. La moto, no. Nunca tuve moto, me conformaba con la trenka y sandalias de madera.
Jo!.
Y como abrigaba el pelo y la barba.
Y abrigan!
NO se si poner un punto detrás de la exclamación.
Bien, en Jo!, sí y en abrigan!, no. EMPATE.

L_Y_R dijo...

bueno... seguro que encontramos mil mas!

un besote!

Luigi dijo...

Apreciado Ñocolebolo, jodi tacirupeca: Porque tengo fotos que lo demuestran que esta pista de aterrizaje para moscas otrora tenía cabello, que si no ni me acuerdo :)

Querida Lyr, no lo dude.
Otro besote.

alfonso dijo...

Apreciado Luigi: Vaya, también se sabe usted el cuento de Tacirupeca Jaro! Agradezco su amable comentario sobre "And I knocked at the heaven's door". Lástima de que no pueda disfrutar de la versión árabe. Resulta muy relajante el pasear la vista por ese conjunto de oliñas marinas que veñen e van y que parecen decir algo.
No vemos.

Luigi dijo...

No se preocupe, que esta también me la se. Mejor aún yo soplo la gaita y usted la canturrea... vamos allá

Fuigñññyuiiiiiiiouuoooiiiiiiii

oliñas veeeñen
oliñas veeeñen
oliñas veñen e vaaaaan
no te embarques rianxeiraaaa
que te vas a marear

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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