viernes, 30 de noviembre de 2007

Asturias, teléfono querido

Como buen antisocial que soy, odio las ferias y congresos. Pero el simple hecho de odiarlas no es óbice para tener que tragar con ellas cuando son exigencias del guión. Esta semana tocaba una en Gijón, que viene a ser la feria de las tecnologías de información para las Administraciones Públicas. Intenté por todos los medios evitarla, pero la semana pasada alguien advirtió mi intento de escaqueo y me tuve que apuntar. Convencí a Silvia, una de mis colaboradoras en Barcelona, para que me acompañase. La ventaja de ir a estos eventos con ella, es que además de ser muy eficiente, está como un queso y ambas características me vienen fenomenal para atraer a nuestros comerciales con sus clientes y así mostrarles la conveniencia de que adquieran nuestros productos y servicios.

Contacté con la agencia para pedir vuelos y hotel. Aún guardaba una débil esperanza de que a estas alturas ya no quedaran vuelos disponibles. Pero no pudo ser, la agencia me consiguió billetes de ida para el miércoles a las 10 de la mañana y vuelta al día siguiente a las dos de la tarde. Bien mirado la cosa no parecía muy trágica, se trataría de estar poco más de un día. Respecto al hotel, la agencia nos comentó que estaba muy difícil. Gijón estaba en plena ocupación y que se estaban reservando hoteles a 50 kilómetros a la redonda. Eso si que era un hándicap. Le pedí a Silvia que indagara a ver que podía encontrar, no me fiaba mucho de las capacidades de nuestra agencia. Al cabo de unos minutos Silvia había encontrado un hotel de cuatro estrellas en las afueras de Gijón a tan sólo cinco kilómetros de la Feria de Muestras. Así que hizo una prereserva y facilitó los datos a la agencia para que enviara el bono al hotel.

La ventaja de coger un avión a las 10 de la mañana es que no hay que madrugar, pero eso sería válido si viviera en Barcelona. Como no es mi caso, tengo que calcular el cruzar toda la ciudad en plena hora punta. Por tanto, me levanté a las 6:30 de la madrugada para poder ducharme tranquilamente, salir con tiempo, recoger a Silvia, y llegar al aeropuerto con tiempo suficiente para poder tomar un café. Ya se sabe que desde que Iberia mejoró la calidad de vida de las azafatas, no te dan ni los buenos días. A mitad de camino en la autopista hacia Barcelona, busqué el móvil para avisar a Silvia que ya estaba de camino. Pero no pude, anoche lo dejé cargando la batería y olvidé cogerlo. ¿Qué podía hacer? No podía ir en el móvil al congreso, ni tampoco coordinarme con Silvia para recogerla. Maldiciendo tomé la primera salida y di media vuelta hacia mi casa para recoger el puñetero móvil. Perdí unos valiosos 40 minutos. Cuando tomé rumbo de nuevo hacia Barcelona ya eran las 8:15 de la mañana. Avisé a Silvia que llegaba con retraso. Hecho un manojo de nervios, la recogí en Plaza España a las 9:05... veinte minutos antes de la hora prevista para el embarque. Llegamos al aeropuerto a las 9:22. Al entrar en el recinto del parking, un cartel amenazaba siniestramente con un "Parking A Completo, Parking C, completo, Parking B, muy lleno." Normal, la carencia de infraestructuras en Barcelona también afectaba habitualmente al aparcamiento del aeropuerto de Barcelona. Sin pensármelo dos veces me dirigí al aparcamiento de minusválidos. Soy de la creencia que España copia mal a los americanos. Ellos, que hacen muchas guerras, tienen un montón de minusválidos y precisan que en los aparcamientos públicos se les destinen muchas plazas. Proporcionalmente en España los minusválidos son muchos menos, gracias a Dios, pero también se les reserva muchas más plazas de las que en realidad se necesitan. Sólo en esta zona del aparcamiento había cien plazas reservadas y tan sólo una decena de coches aparcados con su correspondiente acreditación. Tras aparcar en una de las plazas reservadas, cogí un papel y en mayúsculas escribí "CONVALECIENTE DE CIÁTICA" con la fútil esperanza de enternecer al policía vigilante y que no se me lo llevara la grúa. Cogimos las maletas y nos dirigimos a la zona de embarque. Por si acaso nos estuvieran monitorizando por alguna cámara de videovigilancia, caminé cojeando visible y exageradamente, para guardar una cierta coherencia con el cartelito. Logramos llegar a tiempo. Tan a tiempo que el habitual retraso de Iberia nos permitió tomar un café antes de embarcar. El aeropuerto de Barcelona tiene un montón de fingers para que en las fotos parezca un aeropuerto moderno. Pero como siempre, el embarque lo hicimos a través del autobús de las narices. Total que el vuelo de las diez despegó puntualmente a las 10:35.

Llegamos a Asturias y fuimos a recoger el coche de alquiler. Un Opel Zafira ranchera de color negro que casi parecía un coche mortuorio. Le enganché el Tom-Tom que me había traído y puse la dirección del hotel para dejar las maletas. Llegamos sin problemas, gracias a las indicaciones del navegador. Hicimos el check-in y subimos a las habitaciones para dejar las maletas. Minutos después ya estábamos en el coche rumbo a la Feria de muestras. Pero a mitad de camino le dije a Silvia -No te lo vas a creer, pero me he vuelto a olvidar el móvil en la habitación-, así que media vuelta de nuevo soportando las risotadas de Silvia, a la vez que para mis adentros pensaba "¿Estaré empezando a chochear?"

La jornada en el congreso transcurrió como era de esperar. Un montón de caras conocidas, gente que hace meses o años que no había visto, los que ahora están trabajando en tal o cual organismo y ocupan tal cargo, colegas del sector que han cambiado de empresa y, lo peor de todo, gente que me reconoce y de la que soy del todo incapaz de recordar a quienes les devuelvo el saludo con la mejor de mis sonrisas y como si los conociese de toda la vida. Por eso, entre otras cosas, considero que soy un antisocial. Aparte que de tanto poner cara de sonrisa, temo que al final me de un rictus y me quede la cara de "Joker" como Jack Nicholson en Batman.

A las16:30 daba una conferencia uno de nuestros comerciales, Fernando, un tipo muy simpático y guasón con el que me llevo muy bien. Minutos antes me lo encontré muy preocupado por que viniera alguien a su conferencia. Todas las conferencias de la mañana se habían cancelado por falta de asistentes. Es lógico ya que los funcionarios que asisten a estos eventos sólo persiguen proveedores que les inviten a comer, a cenar y correrse una buena farra y no a escuchar aburridas ponencias sobre tecnología. Él llevaba tres días de comidas, cenas y farras y sus ojeras no podían disimular tan frenético ritmo de vida. Para animarle un poco le dije que Silvia y yo asistiríamos para hacer bulto, gesto que acabó por desanimarle del todo. Un minuto antes del comienzo, estábamos en la sala Silvia y yo en la última fila de oyentes junto a un par de compañeros mas y Fernando ocupando el atril del conferenciante.

Fernando preparado para dar su
conferencia ante la nutrida audiencia



Cuando ya estaba dispuesto a renunciar a dar su conferencia, entró en la sala un asistente de verdad (más tarde nos enteramos que era un alto cargo de Hacienda, que mala espina), por lo que maldiciendo para sus adentros inició su conferencia. La sala de conferencias estaba situada en la segunda planta de uno de los pabellones del recinto ferial. La llamaban la Sala de Cristal, porque una de las paredes laterales, orientada hacia el oeste, era totalmente de vidrio. Nada mas iniciar la conferencia, el sol comenzó a declinar, de tal manera que entraba dándonos de pleno en la cara a los cinco asistentes que intentábamos seguir la conferencia. A medida que el sol seguía su descenso, cada vez nos cegaba más, por lo que el único entretenimiento que encontré fue jugar a la ratita reflejando el sol a través de la esfera de mi reloj de pulsera en la cara de Fernando. He de admirar que en ningún momento Fernando perdió su compostura e incluso aceleró el ritmo de su presentación para alivio de todos los contertulios medio cegados por el sol. Quedó tan agradecido por nuestro soporte moral que nos invitó a cenar a un restaurante con estrella Michellin que tenía reservado para esa noche.

A las siete finalizaba el horario ferial. Nos dirigimos al hotel para descansar un poco y prepararnos para la cena. Aproveché para darme una ducha rápida y curiosear por internet acerca del restaurante. El restaurante era "La Solana" y, efectivamente, estaba premiado con una estrella Michellin. La prensa destacaba sus especialidades, la copa de berberechos con espuma de un queso del lugar, las texturas de oricios y los pescados preparados con técnicas de cocción a baja temperatura. Llamé para que me indicaran como llegar. Me indicaron que como estaba en un lugar un tanto complejo para llegar, lo mejor para el navegador era que nos dieran las coordenadas, así que anoté la latitud y longitud. Llegamos los primeros, así que nos dio tiempo a curiosear un poco. El restaurante es una delicia, situado en una casona rodeado de unos jardines exquisitos. Recomendable para quien tenga la ocasión de viajar por Asturias. Al poco llegó el autobús con los demás comensales. Fernando era el principal anfitrión, al que acompañaban un nutrido grupo de clientes suyos con cara de gran satisfacción por el ágape al que venían dispuestos a disfrutar. El menú ya estaba concertado de antemano y por la mesa desfilaron langostinos, virutas de foié con cebollita caramelizada, crema de tomate con espuma de Afuega'l pitu (un curioso queso asturiano, sobre todo por su nombre), un delicioso rape al aroma de ajos sobre patatitas a la panadera y un helado de limón sobre cuajada con salsa de caramelo, todo regado con unas 23 botellas de Solagüen Gran Reserva que hizo las delicias de 14 comensales.

Hacia medianoche finalizó la cena, y debíamos dirigirnos hacia Buddah, una discoteca que nuestra empresa había cerrado para esa noche. Esta es otra de las cosas buenas que tiene trabajar en una empresa grande. Siempre hay presupuesto para cuchipandas y saraos diversos. Nueva ruta en el navegador y camino hacia Gijón. A medio camino, empiezo a palparme los bolsillos, a la vez que me entra un sudor frío. Silvia se me queda mirando y atónita me pregunta -¿Te has vuelto a dejar el móvil?- Sin comentarios, vuelvo a poner las coordenadas del restaurante, a pesar de ir conduciendo y soportando las carcajadas de Silvia, acentuadas por la risa floja que dan las copas de vino engullidas.

Logramos aparcar a un par de manzanas de la discoteca. El color corporativo de nuestra empresa es magenta, eso dicen los de marketing. Lo cierto es que a mi me parece un color rosa maricón. Habían decorado la entrada con bandas, banderolas y luces corporativos, por lo que a mi me pareció que más que una fiesta de empresa, se estuviera celebrando una fiesta gay. Por suerte nuestros clientes son muy discretos y con tal de empinar el codo gratis se ahorran cualquier comentario crítico al respecto. La disco estaba rebosar, debía haber más de 600 personas. Para un antisocial como yo eso era como la puntilla final, así que lo único que podía hacer era aguantarme y atizarme todos los vodka con limón que pudiera. A pesar del ruido y el calor infernal, aguantamos hasta que cerraron, allá por las cuatro de la madrugada y tras doce vodkas con limón. Si no bailo ni pego botes, los digiero con dignidad. Por lo que al acabar no tuve problemas en que el navegador nos llevara hasta el hotel. Tras el siempre duro trámite de dar las buenas noches a Silvia caí en la cama y me dormí como un bebé.

El día siguiente fue duro de sobrellevar. No estoy acostumbrado a trasnochar y mucho menos si al día siguiente tengo que volver a estar con la sonrisa de Joker. Por suerte la mañana pasó rápida y a las doce nos encaminamos de vuelta a casa hacia el aeropuerto. Llegamos con el tiempo suficiente de hacer una parada en la tienda de productos asturianos del aeropuerto. En este punto, tanto Silvia como yo no tenemos piedad, así que compramos un nutrido surtido de quesos asturianos, Cabrales, La Peral, Afuega'l pitu con pimentón y varios mas que no conocíamos pero que nos recomendaron las sorprendidas dependientas, varios kits para hacer fabadas, caviar de oricios, tocinos de cielo y probamos también con unos sobaos pasiegos asturianos que nos dijeron eran mas sabrosos que los cántabros. Tal fue el acopio de viandas que las dependientas nos regalaron un libro de quesos y recetas asturianas. A duras penas entre las bolsas de las compras, maletas y regalos recogidos por los stands de los expositores logramos llegar hasta la cafetería de la zona de embarque para tomar un café mientras esperábamos la salida y hacer unas cuantas llamadas de rigor.

El aeropuerto de Asturias, aunque pequeño, se ha modernizado y dispone de cuatro fingers para el embarque de los pasajeros. No obstante, en un acto de solidaridad con las infraestructuras de Barcelona y a pesar de que todos los fingers estaban vacíos, el embarque del vuelo de Barcelona lo hicimos vía el maldito autobús, no fuera a ser que nos mal acostumbraran. Mientras hacíamos la cola para coger el autobús de las narices, me pareció oír el timbre de mi móvil. Empecé a palparme buscándolo por todos los bolsillos de la americana, los pantalones, la gabardina, la bolsa del ordenador... Silvia se desternillaba de risa hasta saltarle las lágrimas y entre risotadas sacó mi móvil de su bolsillo. Me lo había vuelto a dejar en la cafetería, y me lo guardaba esperando a que estuviéramos en el avión para recordarme si llevaba el móvil encima. Que graciosa.


Es que no me lo podía creer... Asturias teléfono querido

17 comentarios:

Madame Vaudeville (Chus Álvarez) dijo...

Jajajaja! Me encantan sus anécdotas, Luigi querido. Están tan bien contadas y con tanto ritmo que me quedo toda enganchada y luciendo sonnrisa (a mí también se me va a quedar puesta la del Jocker, jiji)
La música dedicada al funcionario fernando es genial. Trepidante. Y qué graciosa Silvia, la compañera, con la bromita telefonil... Se juntan unos buenos en su trabajo, ¿no?
Muchos besos y gracias por actualizar al fin, que ya echaba de menos sus anécdotas laborales.

alfonso dijo...

Me he divertido un buen rato con estos deliciosos recuerdos pero...
pero pero...
No se puede ser tan descriptivo a la hora de contar lo que se come y se bebe.
Eso NO ES una obra de caridad cristiana ya que incita a la cochina envidia.
Quedamos para el próximo congreso a fin de compensarme por tanto sufrimiento.
Del móvil me responsabilizo yo. Silvia puede ir, también.
¿Nos llevamos a Madame?

Madame Vaudeville (Chus Álvarez) dijo...

Por alusiones:
Sí quiero! Sí quiero!
Qué mejor que ir acompañada de dos cielos para degustar tocinos de cielo y probar juntos esos sobaos pasiegos (pero sin sobar, ¿eh?)Jeje
Besos gordos para las dos
Asturias, patria queridaaaa!

Miss.Burton dijo...

Pues yo de todo el texto, saco algo Freudiano, el puto móvil, significa algo, fijo. Primero te lo dejas, luego lo olvidas, es ella quien te lo devuelve... El móvil es la pieza clave de este post, tu compañero el guasón con su notable audiencia, no lo es, tpoco el parking, los vuelos, los cogidos por los pelos, esa valentía de lo de poner la ciática.... joder, qué imaginación jodío.. mira que te voy a copiar... y etc etc.... pero lo importante es el móvil. Yo lo voy a estudiar, ok, estoy leyendo introducción al psicoanálisis de Freud, y fijo te lo encuentro, fjo¡
BSAZOSSSSSSSSSSSS¡

Luigi dijo...

Querida Madame:

Me alegra que mis desventuras le diviertan. Estaba por poner este escrito o repatir mil veces "No me olvidaré mas el móvil", pero como soy muy vago opté por la primera opción.

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Apreciado Ñoco:

Que quiere que le diga. Posiblemente sería más interesante que hubiera habido una historia de amor y pasión desenfrenada, pero como no, lo único que me queda es la manduca. Uno debe conformarse con los premios menores.

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Queridos ñoco y Madame:

Creánme si les digo que para mi sería un inmenso placer compartir mesa con ustedes. Madame, no se preocupe, jamás sobo durante la cena, suelo utilizar la servilleta.

Luigi dijo...

Querida Delirium:

No esperaba menos de una estudiosa como usted. Añada a que la hora y pico que me pasé cruzando Barcelona, me puse a gritar como un poseso en el coche, sin que nadie me escuchara. No se si servirá para añadir luz a su investigación.

También puntualizo que el móvil no lo tengo nunca en opción vibrador. Soy alérgico a las cosquillas.

Quedo a la espera de los resultados de su estudio.

Margot dijo...

Has consegudio agobiarme con tus prisas y descalabros... por dios!! que Gijón es de mis ciudades preferidas y de las que más me relajan y ya no podré mirarla con los mismos ojos!!


Por cierto, me he dejado el móvil en casa, cachis!!

Luigi dijo...

Querida Margot:

Asturias es, junto con Gerona, las provincia que mas me gustan de España. Combinan mar y montaña en sus mejores expresiones y tienen un alto nivel gastronómico.

Cuando Delirium acierte con el diagnóstico médico-Freudiano, si le parece bien podemos compartir medicación ;-)

vaderetrocordero dijo...

Me imagino que habrá visto esa fantástica cinta, "Jo, que noche". Pues jo, que día. Viendo los menús y fiándome de su juicio respecto a su compañera, cuando necesite un intérprete de francés para una de éstas no dude en llamarme... si encuentra su teléfono.

humo dijo...

Yo abono la teoría del móvil protagonista de algo que se nos escapa.
O no. No sé. Conozco Asturias, pero no desde esa perspectiva.

Luigi dijo...

Apreciado Vaderetro:

Gustoso acepto su ofrecimiento. Lástima que abandone el Cafetín, yo nos dirá a donde va a parar.

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Querida Humo:

Seguro que tiene alguna explicación Freudiana que ahora mismo no soy capaz de encontrar. Tal vez cuando me coma los quesos encuentre la luz...

Mandarina azul dijo...

Que sí, que sí, que chocheas, Luigi. Pero no te preocupes, es normal y tiene una explicación: es por la edad y por Silvia.

Me muero imaginándote con la pata chula disimulando por el aparcamiento... jajajaja...

Cambiando de tercio... mola que te caiga mal Sabina (ji ji, lo he cotilleado en el blog de Madame).

¡Un beso!

(¿Te han servido de algo las explicaciones de Radioblog?).

Paco Becerro dijo...

Muy divertida anécdota Luigi. Me ha gustado mucho. Pasaba por cortesía devolviendo visita y ya me he "enganchado". Muy bien contado.... PERO.... DOS COSAS.

Una, que si te apetece, el queso de la Peral que compraste está riquísimo haciendo una crema con un poco de whisky y un pegote de queso, batiendo hasta que quede tipo yogur. Para untar. Buenísimo.

Dos, ¿qué hago con tu móvil? Te lo has dejado en mi blog cuando comentabas la receta de presa.

Un abrazo.

Luigi dijo...

¡Ay querida Manda!, por Silvia, por Laura,y aún no he explicado nada de Natalia, ni de Raquel, ni de Gemma, ni de Mónica... que calvario ir a trabajar.

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Apreciado Bloguero:

Gracias por su visita, le espero nuevamente por esta, su casa.

Muy interesante la crema de whisky con La Peral, no le quepa duda que la probaré.

El teléfono ya lo puede tirar. Desde la experiencia de Asturias he comprado un montón de teléfonos de feria para poder perderlos sin tener que preocuparme.

Kiri dijo...

Educadamente, devuelvo la visita...los pasteles, los olvide por el camino porque entre el triciclo y la bufanda....pero bueno, no son importantes.
Me he reido mucho con el relato, conozco perfectamente el tema de congresos, me has hecho recodar a muchos de los que fui, a otros que organice y siempre siempre...en como vuelvo cargada de los productos autoctonos o sea de la tierra.
Bueno, me he reido lo que significa que, con tu permiso volvere!!!.

Luigi dijo...

Querida Kiri:

Muchas gracias por su visita. Espero verla pronto de nuevo por aquí.

Anónimo dijo...

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