lunes, 16 de julio de 2007

Mi abuelita

Mi abuelita materna era una persona muy especial. Una persona de esas que dejan huella, de las que se recuerdan toda la vida. Era gallega, nacida en el seno de una familia bien. Una familia de terratenientes que o bien se hacían militares y se iban de vez en cuando a hacer alguna guerra que perder, o se hacían abogados para tener el pretexto de que en temas de finanzas no se metían (que vulgaridad) para legar tan mundanos temas a unos administradores corruptos que los timaban sin que se percatasen, de manera que en unas pocas generaciones, latifundios que la vista no llegaba a alcanzar, se extinguían por arte de magia.

Desposóse con mi abuelo (era de esperar), un ingeniero de puentes caminos y canales, que no hizo ni un puente ni un camino ni un canal, y de familia noble. Eso sí, hizo unos cuantos pantanos. La época era la que era y tocaba hacer pantanos. Murió antes de que yo naciera, por lo que no pude conocerle muy bien. Falleció en la mesa de operaciones por una apendicitis. Por lo visto su barriga era de tal envergadura, que los cirujanos no lograron encontrar el apéndice. Realmente era un hombre orondo, pero estoy convencido que los cirujanos que le atendieron eran bastante ineptos. Dicen de él que era todo un caballero. Tan caballero que en su último destino como jefe de obras públicas de la provincia de Gerona, le ofrecieron infinidad de veces invertir en terrenos de la Costa Brava, cosa que nunca aceptó (para mi desgracia, ya que me toca trabajar para vivir). Así que murió muy digno, pero sólo dejó a mi abuela la pensión de viudedad. Suficiente para mantener una familia de diez hijos austeramente. Se conoce que la vida en los pantanos era sobradamente aburrida y la única distracción era procrear. Además, el médico de cabecera de la familia comentaba que tanto mi abuelita como sus hijas, eran de las que olían un calzoncillo y se quedaban preñadas.

Mi abuelita enviudó con diez hijos, dos varones y ocho hembras. Pudo sacarlos adelante con dignidad a todos ellos y mantener a la familia unida. Tan unida como pocas he podido ver. En total, cuando nos reunimos tíos, sobrinos y nietos, debemos ser unos 150. Lo cual es un problema, sobre todo para el que le toca organizar una boda o bautizo, porque como todos nos queremos tanto, vamos todos a todas las bodas y bautizos. A ella le corresponde, sin duda, el mérito de que la familia se haya mantenido, aún faltando ella, unida como un piña.

Mi abuelita era menuda. Tenía los ojos claros con una mirada chispeante. Su voz era aguda y mostraba un acento gallego, que si bien no era muy extremado, tenía un deje cantarín muy simpático. Gustaba del buen vino y el champagne, y en las celebraciones familiares su máxima era que le contasen lo que ella catalogaba como chistes "verdes". El chiste, para poder ostentar tal catalogación, debía incluir contenido escatológico. Especialmente ventosidades. Reía hasta saltarle las lágrimas, sobre todo si eran chistes de alguna marquesa que, en el momento más inoportuno, se le escapaba un cuesco. Debe ser un mal de familia, pues en reuniones con mis tías, cuando en plena partida de cartas comienzan a volar las botellas de vino, te acercas sigilosamente y repentinamente gritas ¡PEDO! y se parten de risa. No hace falta hilar ningún argumento adicional que reste encanto al nudo principal.

A sus 84 años, sufrió un derrame cerebral que le sumió en un coma profundo que a los pocos días acabaría con su vida. Por aquel entonces yo estaba cumpliendo el servicio militar. Logré salir del cuartel y pude verla la última noche antes que muriera. Al salir de la habitación del hospital, me encontré con dos de mis hermanas. No recuerdo los detalles, tan sólo que me estaban echando una bronca del copón porque tenía que haber ido a recoger a no se quién o no se que cosas. Aquel día recuerdo que había tenido un día de perros en el cuartel, salía de una guardia, estaba hecho una piltrafa e íbamos caminando por un pasillo hasta llegar a un descansillo en penumbra donde estaban los ascensores. Mientras pulsaba el botón de llamada, veía a mis hermanas hablar simultáneamente sobre cosas ininteligibles. Era como en una película, en la que el sonido va desapareciendo y sólo permancece la imagen de las dos personas moviendo la boca si parar. En un momento dado, levanté la mano solemnemente, acto que ambas interpretaron rápidamente para callar expectantes. Les dije: "Nuestra abuelita está muriendo, honrémosla". Acto seguido solté una enorme ventosidad. No una cualquiera, si no una de esas que sólo un menú de cuartel puede producir. La acústica del descansillo, austero pero de mármol, potenció el evento hasta límites insospechados. Mis hermanas se quedaron mudas, perplejas ante la magnitud del hecho. Tras unos segundos de silencio, se escuchó una voz desde la penumbra del descansillo. Una señora que estaba sentada en unas butacas, a quien no prácticamente no podíamos ver, se desternillaba a la vez que que decía "Aprovecha que estás en una clínica y que te vea el médico, que seguro que te has roto". Tras una espera que se nos antojó eterna, se abrieron las puertas del ascensor y nos introdujimos en él como alma que lleva el diablo. Cuando se cerraron las puertas nos miramos y comenzamos a reír hasta hasta la extenuación.

Ya no volví a ver a mi abuela, pero todos coincidían que, en sus últimas horas en coma, mantuvo una sonrisa en su rostro. No se cómo, pero yo estoy convencido de que ella vio la anécdota y fue lo último que se llevó en vida al otro mundo.

8 comentarios:

gemmacan dijo...

Después de las risas sonoras, la piel de gallina. No sé si felicitarte por el hilvanado texto, o tirarme un pedo en honor a tu abuela.
Mira, voy a hacer ambas cosas.

Luigi dijo...

No te quepa la menor duda que mi abuela lo celebrará con una gran sonrisa.

L_Y_R dijo...

O_O esta historia es real???? tienes la gran capacidad de engancharme a tus historias... me atrapa la forma que tienes de contarlas!! un besito!

Luigi dijo...

Real como la vida misma! Gracias por el besito, ten tú otro

Coblenza dijo...

Un placer,

acariciar sus letras, en ésta mañana tan soleada.

Le hago notablemente la pelota porque usted me la hace a mí en el blog de IndiaNing.

Un beso etéreo. Hasta que,


salga la luna.



;)


pd. El post es la leche!

sip.

Anónimo dijo...

JOPETASSSSS!!!!

Venía a promocionarme, en plan "premio para el mejor votante en casa Ning" ;) pero de pronto me enternezco porque a mí lo de los abuelos es un temita que me pone rebimbo vamos, y termino riéndome mano a mano con tu señora abuela minutos antes de largarse de vacaciones.
Pa mí que sí, que se fue riéndose y un poco aromatizada, eso sí, que menudo recuerdo se llevó allá dónde tuviera a bien irse.

gemmacan dijo...

Ya están aquí las pedorras, mucho tardaban. ;) Que dios te ampare, querido Campana mío!

Luigi dijo...

Queridas damas, bienvenidas a esta, siempre, su casa.